JOSEPH KI-ZERBO, historiador y político, uno de los grandes pensadores del África contemporánea

Nacido en Toma, Burkina Faso, el 21 de junio de 1922, estudió en la Sorbona y en el Institut d’Etudes Politiques de París, donde fue profesor de historia, al igual que en Orleans. En 1957 regresó a su país e inició su carrera política. De 1972 a 1978 fue profesor de historia de África en la  Universidad de Ouagadougou.

En 1983, debió marchar al exilio y no pudo regresar hasta 1992. En 1994 fundó el Partido para la Democracia y el Progreso, una formación de carácter socialista democrático. En 1997, recibió el Right Livelihood Award, (el Premio Nobel Alternativo) por su trabajo como historiador y sus análisis sobre los problemas de África. Falleció el 4 de diciembre de 2006 en Ouagadugou, Burkina Faso.

SU TRAYECTORIA ACADÉMICA Y OBRA

El desarrollo “con las llaves en la mano”

No hay ninguna duda de que el profesor Ki-Zerbo es uno de los pensadores de África contemporánea que más habrán influido en su época.

Intelectual clásico, formado en las escuelas y universidades de Francia durante el período colonial, vivió en su carne, en su espíritu y en su inteligencia los diversos horrores y abusos que la colonización, su lógica, sus objetivos y sus métodos impusieron a los pueblos de África, especialmente a los pueblos del África negra, desde principios de siglo e incluso antes. La firme conciencia de sus orígenes, su apego a su país y a su pueblo, el sentido de reconocimiento hacia su continente y la rebeldía sana y fuerte que crecía en su interior, hicieron de él un militante desde el primer momento de las luchas de liberación nacional y africana; este militantismo permanente se alimenta, pese a todo, de la ciencia que adquirió en las instancias educativas de la potencia colonial.

En efecto, se puede decir que Ki-Zerbo es un sabio. Catedrático de historia, diplomado por el Instituto de Estudios Políticos de París, personalizaba ya la transdisciplinariedad, la “indisciplinariedad” (E. Morin) que más tarde sería el telón de fondo epistemológico del enfoque que preconiza para los temas de desarrollo de África. “Conocer una sola ciencia es no poseer ninguna”, como decía Descartes en las Regulae. Ki-Zerbo lo entendió así y lo puso en práctica mediante la ávida lectura y una curiosidad intelectual permanente por las realidades y la sabiduría tradicional africana, burkinabesa y samo, a la que acude siempre como fuente inagotable de conocimientos y de inspiración vivificante para las luchas de emancipación actuales y para el desarrollo.

Ki-Zerbo, fiel en esto al espíritu de los intelectuales de su generación, no ha sido ese tipo de “intelectual contemplativo” y narcisista que se conformaba con cantar a África folclorizándola desde lo alto del pedestal legado por el colonizador. Muy al contrario, entendió enseguida que la ciencia que había adquirido, lejos de ser un fin en sí misma, era más bien un medio, un arma para participar, junto a los pueblos africanos, en la lucha por el desarrollo. Más aún, esa ciencia le imponía una responsabilidad mayor y despertaba en él – que había aprendido en la “escuela de los blancos” “a vencer ¡sin tener razón”! (C. A. Kane) – un sentimiento de remordimiento; por la suerte que había tenido de ir a la escuela, sentía el deber moral y casi religioso de pagar la deuda contraída con su país: Ki-Zerbo es un sabio y un militante africano.

El profesor Joseph Ki-Zerbo, como para corroborar el dicho de que “nadie es profeta en su tierra”, es más conocido y apreciado en el extranjero que en su Burkina Faso natal, al menos en su aspecto de personalidad científica de vasta cultura y especialista en la historia africana, en la que es una verdadera autoridad.

Las balizas intelectuales de su pensamiento

¿De dónde le viene su obstinación por el “pensar por sí mismo” planteado como fundamento primero de toda acción humana auténtica, y en especial para África? Su historia personal (debida en parte a la educación que recibió de su sociedad tradicional), su clara preferencia por los autores clásicos de la literatura occidental, por la filosofía griega antigua y por la de la Ilustración, su profundo orgullo de pertenecer al continente de donde emergió la humanidad: estos elementos diversos, unidos al fenómeno histórico de la colonización que lo forjó en mayor o menor grado, parecen ser los determinantes esenciales de su postura intelectual y social, que por lo demás suena como un grito de reivindicación de identidad, de independencia y de libertad a favor del África negra.

La máxima de pensar siempre por uno mismo, es decir, de conjurar la irresponsabilidad de la razón servil en beneficio de la responsabilidad de la razón autónoma, se impone como voluntad constante de búsqueda, en sí mismo y por sí mismo, de piedra de toque de la verdad y de los mecanismos de su liberación.

Esto explica la aversión de Ki-Zerbo hacia el mimetismo, hacia el desarrollo “con la llave en mano”, en beneficio del espíritu de creatividad, de la imaginación y de un desarrollo “con la llave en la mente”, es decir, un “desarrollo endógeno”. Esto explica también la contradicción lógica y casi inexplicable en la que parece entrar cuando quiere a la vez respetar e interpelar la tradición (el pasado, la costumbre o el prejuicio) y dar el salto necesario hacia lo desconocido. Es cierto que insiste con regularidad en el hecho importante de que el pasado no es más que una referencia que sólo hay que tener en cuenta en la medida en que pone al individuo en relación con sus “raíces” y le incita a preguntar “de dónde viene” para saber “adónde va” y cómo “llegar”.

Según el contexto político, histórico y cultural en el que está inmerso y la exigencia de “lucha de liberación” permanente que le invade, se trata de afirmar y sobre todo de hacer reconocer al individuo (ya sea alumno o investigador), en este caso africano, que él es capaz de pensar y que “el pensamiento sólo surge de uno mismo”. Todo desarrollo va de uno mismo a sí mismo, afirma el espíritu socrático, que insiste en hacer que cada uno descubra su poder y su riqueza antes de ir a buscar los de los demás, ya sea profesor o potencia extranjera.

Esta insistencia, considerada por Ki-Zerbo como punto de partida categórico para toda reflexión y acción útil, no debe hacer olvidar el carácter solamente aparente de la contradicción anteriormente citada. Pues él sabe, y lo afirma con frecuencia, que hay que evitar encerrarse, enclaustrarse en este “egoísmo lógico” de Kant que parece invitar a querer “pensar solo”, a replegarse en sí mismo, a aislarse en la esfera del subjetivismo ciego, aun reconociendo el autor de la Antropología (Kant, par. 2) que “pensar bajo la férula de una potencia extranjera no es en absoluto pensar”. La realidad histórica actual no lo autorizaría y la objetividad del pensamiento, es decir, la verdad, tampoco lo soportaría: el que no comprueba sus opiniones, no confronta su juicio con el del otro, no puede alcanzar la verdad ni contribuir por ello a su reflexión crítica, a su desarrollo ni al de su país. El ejercicio de la libertad de pensamiento es, desde luego, un asunto personal, pero no por ello un asunto privado. Es un asunto público.

Sin embargo, la contradicción subsiste, sobre todo en su aspecto cultural y psicológico; el intelectual africano de hoy es, él mismo, un ser con una profunda contradicción, perdido entre una tradición (raíces) que se le escapa y un futuro que se hace esperar (con tantas incertidumbres) por el hecho de que el presente mismo es un problema. Al menos Ki-Zerbo ha tenido el mérito de reconocerlo, de vivirlo, no sólo de manera sentimental, sino en su práctica y en su pensamiento político y educativo, como era lógico teniendo en cuenta su formación académica de historiador.

Fue Presidente de la Comisión Nacional para la UNESCO, Inspector de la Academia y Director General de Educación Nacional del Alto Volta. A escala africana e internacional, fue Presidente de la comisión “Historia y Arqueología”, del I Congreso de Africanistas en Accra en 1962, miembro de la Oficina del Congreso de Africanistas (1962-1969), Presidente del Coloquio sobre la Enciclopedia Africana (1962), Presidente de la Comisión Consultiva para la reforma de los programas universitarios en los países francófonos de África. Más tarde, fue uno de los iniciadores y el primer Secretario General del importante organismo que es el CAMES (Consejo Africano y Malgache para la Educación Superior) (Ki-Zerbo, 1978). Esta institución interafricana, gracias a la unificación de los programas de educación superior y a la definición común de los requisitos de promoción en la carrera docente superior, contribuye a la realización de la unidad africana por medio de la educación. Esta lista de los puestos de responsabilidad que ha desempeñado no es exhaustiva ni mucho menos: este hombre es un perfecto conocedor de la educación en África, sus problemas y sus fundamentos y no ha dejado de proponer soluciones.

¿Qué sentido e implicaciones prácticas tienen estas fórmulas?

La política de la “mano tendida” o de las “fábricas llave en mano’ ha dado pruebas

suficientes de sus limitaciones, de su nocividad para el desarrollo de África. En efecto, durante mucho tiempo y demasiado a menudo, las potencias extranjeras han pensado por África y en su lugar, relegándola a un puesto de minoría de edad perpetua, a veces incluso incapaz de saber lo que quiere. Es como si se pudiera hacer feliz a alguien a sus espaldas, sin su participación, sin su opinión. De hecho, Ki-Zerbo rechaza para África y los africanos “las prótesis que nos ahorren el empleo de nuestras propias piernas” (1992, pág. IV). Desde luego, no es que rechace la ayuda internacional ni la cooperación entre los pueblos: “la civilización contemporánea” consiste en considerar el mundo como una aldea global, por lo estrechas y fuertes que son las interdependencias. Aun así, es necesario que cada uno aporte su contribución y haga oír su voz sin diluirse en una solución cuyo destino sea sólo el de algunos.

Pero, en muchos frentes, África ha brillado por su ausencia o ha aparecido solamente encubierta, prefiriendo enarbolar bandera extranjera. Las excusas que se daban ayer para justificar esta ausencia son hoy difícilmente admisibles. África dispone ahora – en principio – de los requisitos previos imprescindibles para su participación responsable y específica en el desarrollo: la soberanía internacional y las competencias técnicas e intelectuales. No obstante, decimos “en principio” porque, a pesar de todo, nuestras potencialidades a veces se quedan en virtualidad sin llegar a “materializarse”. Una vez más, es necesario pasar por la investigación, especialmente la investigación-desarrollo, y por la educación universitaria, pues “el mero hecho de que el 85% de la investigación sobre África se realice fuera de ella pone de manifiesto que este continente está desconectado de sí mismo y sobre todo de su materia gris” (Ki-Zerbo, 1992).

La fuga de cerebros africanos, la escasez de investigación relacionada con las realidades y preocupaciones del continente y la limitación de recursos dedicados a la ciencia son algunas de las causas estructurales del retraso del desarrollo y del mal desarrollo de los países africanos. Nadie mejor que Ki-Zerbo ha tenido el valor de decirlo y denunciarlo. Y lo que es más importante, es uno de los pocos intelectuales africanos que, tras esta denuncia, se ha lanzado a la acción. Además de la creación del CAMES en la que tuvo tan importante papel, se añaden otros hechos diversos que dan fe de este compromiso. En el plano conceptual primero, por medio de expresiones del tipo “desarrollo con las llaves en la mente”, “investigación-desarrollo”, “desarrollo endógeno”, “ciudad educativa” y más tarde, la creación y animación de centros de estudios y de investigaciones diversas. Ki-Zerbo no se ha conformado con “denunciar”, hacer intelectualismo y teoría fácil, sino que se ha comprometido en el terreno.

Ki-Zerbo, persona entregada a la educación en África

En el plano continental, ha contribuido a la creación del Centro de Investigación para el Desarrollo Endógeno (CRDE), que tiene su sede en Dakar y cuyo lema es: “No hay que desarrollar, hay que desarrollarse”. Más allá de este lema, que es en sí mismo toda una filosofía de lucha y de vida, esta ONG, de base interafricana e interdisciplinar, podría servir para la materialización sublime del compromiso y del sentido que a Ki-Zerbo le gustaría dar a su vida. Para convencerse, basta con citar los principios fundadores del CRDE: “La investigación forma parte integrante del desarrollo, como uno de los aspectos del derecho al desarrollo, pero también como etapa estructural de todo cambio positivo. Sin investigación endógena, no hay desarrollo endógeno. No hay progreso, ni siquiera material, sin reflexión teórica, sin ciencia y sin conciencia de la práctica”.

Todavía no ha llegado el momento en que, a falta de “filósofos” en el poder, los que lo ocupen sean “filósofos”. Las dificultades que el filósofo Ki-Zerbo ha encontrado y sigue encontrando en la escena política nacional parecen invitarnos al pesimismo.

Además, la independencia política del continente – una de las condiciones necesarias para las reformas en profundidad en todos los ámbitos, a fortiori, en el de la formación de los hombres y la definición libre de las opciones de un desarrollo endógeno – sigue siendo una cuestión por resolver, lo mismo que la de la democracia. Pero “la lucha continúa”, como le gusta repetir a Ki-Zerbo, a modo de estribillo, al término de sus intervenciones políticas. Hay que seguir repitiendo la verdad con fuerzas permanentemente renovadas. Imperceptiblemente, ella se va abriendo su camino, al margen de lo que hagamos, e irá dejando su huella en la educación de África. Algunos logros innegables se manifiestan aquí y allá y los decisores políticos cada vez van siendo más conscientes de la necesidad ineluctable de una “neoeducación africana”. Desde luego, el camino será largo, pero cabe la esperanza: un día la “utopía” puede ser realidad.

BIBLIOGRAFÍA

  • 1964 : Le Monde africain noir (Paris, Hatier)
  • 1972 : Histoire de l’Afrique noire (Paris, Hatier)
  • 1991 : Histoire générale de l’Afrique
  • 2003 : A quand l’Afrique, en colaboración con René Holenstein.
  • 2005 : Afrique Noire, junto a Didier Ruef. (Paris, Ediciones Infolio)

«África Piensa» os presenta aquí a uno de los más grandes pensadores africanos. Era un auténtico desconocido para nosotros; prueba del desconocimiento que hay, tanto en los propios africanos como en los occidentales, de la riqueza humana y el talento que hay en África. En su obra vemos totalmente reflejada la preocupación y la finalidad de nuestra asociación cultural. Nos alegra y nos conmueve ir descubriendo poco a poco a estos grandes hijos de África desconocidos, hasta ahora.

Fuente: Amadé Badini (Burkina Faso). Doctor en Letras y Humanidades y profesor en la Universidad de Ouagadougou, Burkina Faso. Director de la Escuela Normal Superior de Koudougou (ENSK), en Perspectivas: revista trimestral de educación comparada (Paris, Unesco: Oficina Internacional de Educación), vol. XXIX, no4 , 1999,Págs. 685-697

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