De esclavos en América a esclavistas en Liberia

La segregación racial entre los descendientes de esclavos y los africanos nativos en Liberia demuestra que la diferencia racial no es más que una excusa para justificar el dominio de unos sobre otros.

Estados Unidos 1816: el abolicionismo empezaba a expandirse y un nuevo interrogante aparecía: ¿Qué hacer con los esclavos que ahora eran libres? La respuesta estaba en África. Fundarían Liberia y los enviarían de vuelta a la tierra donde sus padres habían sido secuestrados. La vuelta los encontró, irónicamente, del lado esclavista.

Entre los siglos XVI y XVIII  barcos negreros llegaban a las colonias de América. Los cálculos más conservadores estiman que los africanos secuestrados en la costa occidental para engrosar la mano de obra esclava en América, llegaron a ser al menos doce millones. De los cuales no todos lograron sobreponerse a la larga travesía que unía las costas africanas con las colonias europeas.

En Estados Unidos la esclavitud era la norma en los Estados del sur mientras que el norte, antiesclavista, trataba de evitar un conflicto con sus vecinos. El choque finalmente llegó y con él la Guerra Civil Americana, que no terminó hasta 1865, cuando la Unión triunfó sobre los Estados Confederados de América, los once estados sureños unidos. La esclavitud fue abolida.

Pero el debate sobre qué hacer con los esclavos que gradualmente recuperaban la libertad empezó mucho antes de que formalmente se aboliera la esclavitud al finalizar la guerra. La premisa parecía ser clara, Estados Unidos no aceptaría negros como ciudadanos libres e iguales.

Henry Clay era uno de los tres fundadores de la American Colonization Society. En su acto inaugural sentenció desde el escenario “de todos los grupos de nuestra población, los más viciosos son la gente de color que alcanza su libertad. Es el resultado de su maléfica degradación moral y política. Contaminados ellos mismos, extienden sus vicios a su alrededor, a los esclavos y a los blancos.” La respuesta se condensó en la consigna Back to Africa (Regreso a África).

En 1816 un grupo de filántropos y abolicionistas de los Estados del Norte se asociaron con algunos propietarios de esclavos de los Estados del Sur. La mitad de los fundadores eran dueños de esclavos, su intención no era liberarlos sino deshacerse de aquellos indeseables hombres libres de color que poblaban las calles norteamericanas.

Así, por obra de filántropos blancos norteamericanos se daba un hecho histórico. Esclavos que retornaban a su lugar, a su tierra. Y la gran pregunta era ¿Y ahora qué?.

La American Colonization Society tenía un objetivo claro: a través de la compra y la conquista, crear una colonia africana donde enviar a los ex esclavos negros. Y así fue como en 1821, cinco años después de su fundación, unos misioneros desembarcaron en la costa occidental de África para comprar un territorio al que llamarían Liberia.

A las palabras de Henry Clay se añadió también un componente civilizatorio un tanto contradictorio: “cada emigrante a África es un misionero con las credenciales de la causa sagrada de la civilización, la religión y las instituciones libres”. La plaga de la que querían deshacerse enviándola al continente de donde la habían arrancado antes, se convertiría también en la predicadora del cristianismo en África.

Los barcos empezaron a llegar y los primeros grupos de esclavos liberados fueron asentándose en la zona que hoy se conoce como Monrovia, en honor al presidente estadounidense James Monroe. Los nuevos pobladores no formaban gran número, en 1847 cuando proclamaron la República de Liberia eran seis mil habitantes.

Sus padres habían sido secuestrados en África, llevados a América con grilletes y cadenas y vendidos en los mercados de esclavos. Ahora los descendientes, también ellos mismos esclavos negros hasta hacía poco, caminaban por África, la tierra de sus antepasados. Liberia representaba el retorno a sus raíces africanas, una patria donde ser libres.

Entre 1847 y 1980 Liberia fue gobernada por una minoría de colonos afroamericanos y sus descendientes. Se los conocía como américo-liberianos. Tenían un tono de piel más claro y eran cristianos protestantes, mantenían el inglés como lengua madre y copiaban las casas y el estilo de vida del Sur norteamericano. No superaban el 5% de la población, pero aun así,  marginaban de todo poder político a la población liberiana indígena.

Su nueva vida los encontraba en la elite de una sociedad en la que habían reproducido un sistema cultural y racial de castas como la que los había obligado a emigrar de Estados Unidos. No conocían sino un único tipo de sociedad: la de la esclavitud. Liberia se había convertido en la reproducción de su pesadilla.

Los américo-liberianos creían que su sociedad era diferente a la norteamericana esclavista. Levantaban las banderas de una igualdad racial a la que se podía acceder a través de la “civilización religiosa y educativa”. Pero los nativos no tuvieron interés alguno en “civilizarse” y mantuvieron su lengua y su religión tradicionales. Así la sociedad liberiana quedó dividida en castas. Los américo-liberianos solían mandar a sus hijos a educarse a Estados Unidos, donde a su vez sufrían segregación racial.

En el mundo solo existe otro Estado creado por ciudadanos de un país como asentamiento para sus antiguos esclavos: Sierra Leona. Vecina de Liberia y creada con el mismo propósito por el Reino Unido. Bautizó a su capital Freetown (Ciudad Libre). La suerte de ambos países parece haber estado unida desde entonces. Guerras civiles devastadoras terminaron de convertir a los dos Estados en postales de la pobreza africana.

Los américo-liberianos lograron retener su poder apagando como podían las revueltas de los pueblos nativos. Hasta que en 1980 todo estalló en mil pedazos y nunca dejó de explotar. El ejército ordenó disparar contra los manifestantes y el caos terminó con un golpe de Estado. Las guerras civiles se extendieron hasta el 2003. En 2005 hubo elecciones y el país eligió a la primera presidente mujer de África. Entre los candidatos estaba el futbolista George Weah, embajador de UNICEF y miembro de la tribu Kru. El nuevo período intenta cerrar una larga etapa de inestabilidad, y encuentra un país mutilado por décadas de guerra.

CONCLUSIONES

La segregación racial vivida en Liberia a partir del s. XIX, con la llegada de los esclavos libertos de Norteamérica fue consecuencia directa del poder que la libertad otorgaba a los antiguos esclavos que, una vez regresados al territorio originario de sus ancestros, condujeron sus primeras acciones como hombres libres del yugo colonial a reproducir el sistema del que había sido miembros forzosos, invirtiendo el orden de factores: ahora ellos, que habían sido dominados, imponían su poder y fuerza sobre los habitantes locales.

Lo sorprendente del caso liberiano, más allá del hecho de que sea uno de los primeros casos de segregación racial en el continente africano desde la llegada de los colonos, es la particularidad de tratarse de un régimen impuesto, no por los colonos americanos, sino por esclavos negros que habían sido recientemente liberados y devueltos al territorio del que procedían sus antepasados. Esto es, eran africanos, como el resto de pobladores del territorio que pasó a denominarse Liberia, que habían vivido una situación de esclavitud en América y que, al mezclarse con ellos, habían sufrido cambios raciales y habían adoptado las costumbres culturales anglosajonas.

Escribía Kapuscinski en su periplo literario por África que “las relaciones entre África y Europa se basaron en la diferencia racial, en el distinto color de piel”. Pues bien, esas relaciones entre europeos y africanos durante el colonialismo fueron adoptadas en Liberia por los afroamericanos dejando entrever que el racismo en que se basaban los gobiernos coloniales no era sino un mecanismo de imposición de poder basado en la diferencia racial como única forma de justificar un dominio injustificado sobre la población.

Fuente: Andy Flores – @andyfls – NTD – Jul 24, 2015

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